El año 2014 ha supuesto un paso hacia delante a la hora de entender el enigmático origen del autismo. La hipótesis de un defecto en la poda neuronal parece haber ganado protagonismo, obteniendo cierto apoyo empírico.
De acuerdo con el Manual Diagnóstico de la Asociación de Psiquiatría Americana (DSM), el autismo se caracteriza por una alteración tanto cualitativa como cuantitativa del lenguaje y de la interacción social, junto con la presencia de movimientos estereotipados. Estos síntomas aparecen cuando el niño aún no ha cumplido los 3 años de edad, y dependiendo del grado, sus consecuencias pueden dificultar notablemente la adaptación del pequeño a la sociedad.
Más allá de los síntomas clínicos, los niños autistas se caracterizan por una necesidad de estabilidad permanente del mundo que los rodea, lo que les lleva a establecer férreas rutinas que nunca han de ser quebrantadas. Asimismo en algunos casos parecen experimentar hipersensibilidad al tacto cuando son abrazados o acariciados, como si el contacto con otros fuese excesivo o incluso les quemara.
Es esta hipersensibilidad la que ha llevado a los profesionales a preguntarse si tal vez el origen del autismo pudiera estar en la poda sináptica. Durante el embarazo comienza a formarse el sistema nervioso.
En un primer lugar se producen células (neuronas y glía) masivamente, las cuales migran hacia los lugares donde son necesarias. Una vez allí se diferencian y se especializan para cumplir su función. Una vez asentadas comienzan a conectarse con otras neuronas, creando infinidad de conexiones entre ellas. Estas conexiones siguen proliferando incluso después del nacimiento, consumiendo muchos recursos del organismo. Para reducir el economizar energía y recursos existe una apoptosis o muerte celular programada en el sistema nervioso. Las conexiones que no son útiles terminan desapareciendo, quedando sólo las sinapsis que sean eficientes. En los niños con autismo sin embargo parece que la poda o muerte celular programada no ocurre con normalidad, lo que podría explicar sus síntomas.
Las investigaciones preliminares de la Dra. Guomi Tang parecen esperanzadoras- contó el número de espinas dendríticas en cerebros de pacientes con autismo, descubriendo que las dendritas eran más numerosas en los pacientes con autismo que en los casos control. Los datos son esperanzadores, y abren una nueva vía de investigación para posibles tratamientos que harán sin duda la vida más fácil para aquellos que conviven a diario con el autismo.
Artículo: http://proaidautisme.org
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